Juego de Cromos (05): Las claves en la investidura de Pedro Sánchez |
- ACUERDO CON PODEMOS 48 HORAS DESPUÉS DE LAS ELECCIONES GENERALES
Tras los resultados de las elecciones generales, tal y como ya hemos analizado en programas anteriores, tan sólo dejaban dos caminos posibles para garantizar cierta estabilidad en el gobierno: Uno, el más improbable visto el desarrollo de la campaña electoral, era una gran coalición del PSOE con el PP. El segundo, más verosímil, era un acuerdo con Unidas Podemos.
Estoy seguro que Pedro Sánchez y su equipo más cercano trabajaron durante la campaña los diferentes escenarios posibles. Tras la sentencia del process y la caída en intención de voto del PSOE encuesta tras encuesta, parecía imposible un escenario de gobierno en solitario. Tocaba pues ceder y formar un gobierno en coalición con Unidas Podemos. Que para ellos sólo existiera este escenario (descartada la gran coalición) fue lo que hizo que Pedro Sánchez llamara a la mañana siguiente a Pablo Iglesias para terminar en un par de días de culminar lo que no se culminó en las anteriores negociaciones. Para ello, había que elegir dos equipos negociadores con poca gente para evitar filtraciones y que no hubieran tenido grandes roces en las anteriores negociaciones.
Sin vetos a personas fue más fácil de llegar a un acuerdo y, visto el resultado, no estaba muy alejado de lo que Podemos en su día rechazó etiquetándolo como humillante. Esto podría confirmar que el gran escollo en las anteriores negociaciones fue precisamente el veto a Pablo Iglesias.
Que se alcanzara un acuerdo en tan sólo 48 horas provocó el comportamiento del resto de actores políticos. Podríamos agruparlos en tres: los que querían la gobernabilidad de España a toda costa (PNV y partidos regionalistas progresistas); los que querían dinamitar la entrada de Podemos en las instituciones a pesar de sacrificar la gobernabilidad de España (PP, Cs, VOX y los partidos regionalistas conservadores); y los partidos independentistas que buscan la inestabilidad de España para alcanzar sus objetivos (JxC y la CUP). Tan sólo un grupo político quedaría fuera de esta clasificación, ERC, que buscaba una alternativa que le sirviera para diferenciarse de su socio de gobierno en Cataluña y, además, se vislumbrara una salida política que pudiera servir para atemperar el conflicto catalán, visto que podían ganar las próximas elecciones autonómicas.
- EL COMPORTAMIENTO DE PP Y CIUDADANOS.
El PP venía de una campaña electoral donde rebajó su discurso de confrontación. Las tesis de los partidarios del centrismo habían ganado la batalla dialéctica y Pablo Casado intentó diferenciarse del discurso de VOX, más extremista. El comportamiento electoral parecía haberles dado la razón y el PP recuperó 23 escaños. "Vamos a ver ahora qué plantea Pedro Sánchez, y después ejerceremos nuestra responsabilidad, porque España no puede seguir más tiempo bloqueada" declaró la noche electoral Pablo Casado. Este mensaje era lo suficientemente ambiguo como para poder encajar en los dos posibles escenarios, tanto en el de la gran coalición como en el de la oposición a un acuerdo progresista. Al optar desde un primer momento Pedro Sánchez por la coalición progresista, el PP se situó en un escenario complicado para ellos. A pesar de que algunas voces optaban por una abstención técnica y tratar de evitar una dependencia de los partidos independentistas del futuro gobierno de España, la posición oficial del Partido fue confrontar con el PSOE y volver de nuevo al lenguaje que les llevó al fracaso en las elecciones del 28 A. Esto se escenificó claramente en el debate de investidura. Esta vez se trataba más de una cuestión estratégica pues su objetivo impedir que VOX se erigiera como el partido principal en la oposición. Esta cuestión se ha visto más clara después del debate de investidura, pues el PP vuelve de nuevo a tratar de ganar espacio más en el centro derecha y tratar de nuevo de representar tanto al centro derecha como a la derecha extrema a través de “España Suma” coalición en la que se integraría tanto VOX como Ciudadanos y los partidos regionalistas conservadores.
Ciudadanos quedó muy tocado tras las elecciones, pasando de 57 a 10 diputados. Tras la dimisión de Albert Rivera, era Inés Arrimadas quien cogía provisionalmente el testigo. Ciudadanos tenía dos opciones: A pesar de tener tan sólo 10 votos, su posicionamiento podía ser influyente a la hora de conformar el gobierno si, como todo parecía, el bloque progresista podía alcanzar la cifra de 170 diputados, sin contar con los partidos independentistas. En un primer momento trataron de poner en la agenda política la posibilidad de una gran coalición de gobierno entre partidos “constitucionalistas” (PSOE, PP y Ciudadanos). Pero esta posibilidad se frustró desde el primer momento porque, como hemos dicho, Pedro Sánchez optó por conformar un gobierno progresista. En medio de su propia crisis Ciudadanos no se movía de esta posición inicial y fue la única fuerza que defendió esta posible situación en el debate de la investidura, amén de la desacertada referencia de Inés Arrimadas llamando a un “tamayazo” dentro de las filas socialistas. Su posición en el debate de investidura les aboca a desaparecer y ser absorbidos tanto por VOX como, principalmente, por el PP.
- LOS ACUERDOS CON LOS PARTIDOS REGIONALISTAS Y EL ACUERDO CON EL PNV.
Pero para que la investidura triunfara (PSOE y Unidas Podemos tan sólo suman 155 diputados) eran necesarios una gran cantidad de acuerdos por PNV, partidos regionalistas progresistas y, en última instancia Ciudadanos o ERC. Con algunos partidos regionalistas iba a resultar muy sencillo sumarlos a la coalición, así fue con el voto favorable de Teruel Existe (sus tesis ya estaban contempladas en el acuerdo de Unidas Podemos y, además, defendió la gobernabilidad durante la campaña electoral) y los votos de Más País, Compromís, BNG y Nueva Canaria. También parecía resultar muy sencillo lograr el apoyo del PRC, e incluso de Coalición Canaria. Ninguno de estos partidos apostaba por paralizar la gobernabilidad de España y menos (salvo CC) de un gobierno progresista.
A nadie se le escondía que la cifra que daba opciones de gobierno era superar los 165 votos en contra que seguro iban a tener. La cifra estaba ya en 163. Faltaba pues conseguir el apoyo del PNV que les dispararía a los 169 votos favorables. El PNV siempre ha sido un partido muy práctico en las investiduras. Se trata de un partido que ha pactado tanto con el PSOE de Felipe González o José Luis Rodríguez Zapartero, como con el PP de José María Aznar o de Mariano Rajoy. Esta vez no iba a ser menos y finalmente alcanzó un acuerdo con Pedro Sánchez con objetivos realistas y fáciles de conseguir, que benefician principalmente a las comunidades autónomas donde tienen apoyo: Euskadi y Navarra.
Cualquiera podía ver que, una vez alcanzada esa cifra, era necesario al menos 13 abstenciones y sólo un partido político las podía garantizar: ERC. No entiendo por tanto el giro de última hora de la diputada de Coalición Canaria o del PRC. El escenario estaba claro desde el principio de las negociaciones y tan sólo una variación de Ciudadanos o la abstención del Partido Popular podían cambiarlo.
- LA ABSTENCIÓN DE ERC Y EH BILDU.
Ya tan sólo faltaba un paso para alcanzar la investidura. Conseguir 13 abstenciones y matemáticamente sólo había un partido político que las podía garantizar ERC. Era lógico por tanto que el PSOE lo intentara.
Quiero hacer aquí un paréntesis y recordar que un escenario parecido podría haberse planteado en abril de 2019 y Pedro Sánchez no lo quiso ¿Por qué? Según mi opinión, porque en aquel momento las verdaderas intenciones de Pedro Sánchez no era formar una coalición inestable parlamentariamente con Unidas Podemos, sino un acuerdo estable con Ciudadanos y estuvo toda esa corta legislatura esperando algún movimiento que acercara a Ciudadanos al Partido Socialista. Pero Albert Rivera ni siquiera quiso sentarse con Pedro Sánchez, quizás porque Albert era consciente del único resultado posible tras esas conversaciones y para nada quería apartarse de su principal objetivo en aquel momento, que no era otro que sorpassar electoralmente al Partido Popular.
Lo que no imaginaba Pedro Sánchez era que el principio de acuerdo con ERC iba a causar bajas en los 169 diputados garantizados. El primero en desmarcarse fue PRC de Revilla que salió con un discurso improvisado contra los partidos independentistas. Movimiento que no puede entenderse desde la lógica parlamentaria sino como una estrategia a corto/medio plazo del propio partido cántabro. Elección tras elección este partido político es el fiel de la balanza izquierda-derecha en su Comunidad Autónoma y, aunque gana las elecciones, siempre necesitará apoyo de alguno de los dos grandes partidos. Por ahora el elegido siempre ha sido el Partido Socialista, pero los resultados electorales del PSOE cántabro cada vez garantizan menos la gobernabilidad y creo que el PRC no quiere transformarse en “enemigo” del resto de formaciones políticas. Además, Coalición Canaria optó por la abstención y no por el voto favorable.
Estas dos bajas del gobierno de coalición hacían que también fueran importante, no sólo la abstención de ERC, sino también la abstención de EH Bildu. Ya en abril de 2019 Bildu apostó por una abstención si ésta servía para garantizar un gobierno progresista en España. Y esta vez no iba a ser menos, una vez firmado el gobierno en coalición con Unidas Podemos.
Estos comportamientos son los que nos han dado el escenario final que ha hecho que Pedro Sánchez vuelva a ser de nuevo Presidente del Gobierno de España.
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