Os subo el texto que ha servido como relato para el último Juego de Cromos del año 2019 y que podéis escuchar siguiendo el enlace, pinchando en la fotografía. ¡Feliz 2020!
Juego de Cromos (04): La caída de Ciudadanos |
Como siempre, lo primero que haremos, es analizar el punto de partida. Y ese no es otro que buscar la definición del partido Ciudadanos. Es cierto que en el anterior programa a VOX lo definí como el resto de partidos lo veían. Esta vez lo voy a hacer según ellos mismos se definen, pues ayudará a entender comportamientos posteriores.
Ciudadanos en su fundación (2006) se definía como un partido socialdemócrata, laico y republicano. Pero con esa definición no estaban cómodos algunos dirigentes de Cs, entre ellos Albert Rivera. El sueño de Albert Rivera era emular a Macron. Para ello necesita un partido con una definición que no cayera en la denominación de alguno de los dos bloques (socialdemócrata y conservador). Por eso, en su asamblea de 2017, Albert Rivera propuso una nueva definición del partido: como “un partido de centro, liberal, progresista y aconfesional”. El liberal-progresismo ya fue un término que intentó de alguna manera acuñar UPyD. Amén de los apellidos, hay dos cambios significativos que le han hecho encajar de una mejor manera con la España de centro-izquierda y de centro-derecha:
- Pasó de ser un partido laico a un partido aconfesional. El cambio no es baladí pues eso le permitía entre otras cosas no entrar en debates sobre los colegios concertados en manos de la Iglesia o en la necesidad de las asignaturas de Religión obligatorias.
- Dejó de destacar sus postulados republicanos (esto ya lo hizo el PSOE en 1978). Eso no significa que abandonen su republicanismo (al igual que el PSOE) sino que aceptan la monarquía parlamentaria de la Constitución española. Como dice el propio Albert Rivera “mientras el Rey no se meta en política, todo va bien”.
¿Por qué creció tanto, a partir de 2012? Ciudadanos supo ver la oportunidad que se le presentaba para poder crecer como partido liberal, regenerador y constitucionalista. El caldo de cultivo de la política española le era muy propicio: el unilateralismo independentista en Cataluña, la aparición de Podemos, el desconcierto en el que se encontraba el Partido Socialista y la corrupción del Partido Popular. Todos estos factores a la vez son los que aprovechó Ciudadanos para que su discurso calara hondamente en el centro-izquierda, centro-derecha e incluso en la derecha sociológica (esto último ya lo analizamos en parte en el anterior programa). Ciudadanos se situó en un punto en el que podríamos considerarle partido bisagra, desplazando de ese papel a Convergencia. Esta situación le facilitaría poder optar para influir en el Gobierno o incluso para gobernar tanto con el PSOE como con el PP sin que sus bases de voto sufrieran grandes vaivenes.
Hay que recordar que todas las encuestas, antes de la moción de censura a Mariano Rajoy, daban como partido más votado precisamente a Ciudadanos. Y aquella moción de censura, como veremos más adelante, hizo que Albert Rivera cambiara de raíz los objetivos por los que este partido se había fundado. Unas semanas antes de la moción de censura, el promedio de encuestas en España situaba a Ciudadanos a la cabeza con un 25% de los votos. En las elecciones del 10-N, Ciudadanos perdió algo más de 2,5 millones de votos, pasando de 57 a 10 escaños; de casi el 16% de los votos el 28 de abril a no llegar al 7%
Esta situación que ocupaba en aquel momento era similar a los partidos liberales alemán, británico o sueco. Pero Albert Rivera quería romper esos techos (que se sitúan entre el 5 y el 15 por ciento) y emular a Macron. Quería alzarse como el partido hegemónico del centro-derecha y de la derecha española. Esa ambición por crecer demasiado deprisa es una de las causas para entender la debacle en las últimas elecciones. El sistema electoral francés es elección de candidato único, a doble vuelta, lo que a Macron le facilitó el sorpasso al partido conservador francés y recoger en una segunda votación el voto del centro-derecha y de la derecha. En España al tratarse de una monarquía parlamentaria y de elección proporcional de una lista cerrada, impide que en un corto plazo un partido hegemónico y tan implantado territorialmente como fue el PP desaparezca.
El segundo aspecto a destacar es la oportunidad perdida en las elecciones de abril de este año que acaba de pactar gobierno con Pedro Sánchez. Como hemos visto anteriormente Ciudadanos se definía como un partido progresista reformista. Simplificando mucho, una buena parte de la ciudadanía veía este partido como la pesa de la balanza que impediría tanto al PP como al PSOE de caer en defectos del pasado cuando ambos partidos tuvieron mayorías absolutas, así como la pieza que impedíría que partidos nacionalistas fueran el fiel de esa balanza. Tras las elecciones de abril Ciudadanos y PSOE sumaban la nada desdeñable cifra de 180 diputados, suficientes para tener una legislatura estable. Esta sólida mayoría le otorgaba a Ciudadanos una notable influencia en las políticas y una posición relevante de Albert Rivera en el Gobierno. De haberse materializado este acuerdo, se hubiera satisfecho la máxima aspiración de un partido que es gobernar. Pero el partido de Albert Rivera tuvo en esa campaña un error de cálculo. La ambición de Albert Rivera tras la moción de censura, de poder superar al PP y convertirse, en el peor de los casos, en el principal partido de la oposición, hizo que este partido planteara durante la campaña y las consultas para conformar gobierno, el veto a Pedro Sánchez. Sus anteriores objetivos quedaron desde aquel momento supeditados. Esto es un comportamiento a todas luces irracional desde la perspectiva de los objetivos del partido, que solo puede explicarse por la sumisión del mismo a su líder, algo propio de la política moderna y en especial de los partidos de naturaleza carismática.
Para reemplazar al PP como gran partido de centroderecha, Ciudadanos necesitaba dos palancas: mantener un nivel elevado de polarización sobre el eje nacional, alimentado por la crisis catalana, y extender territorialmente una organización que disputara al PP su electorado más fiel. Una combinación que exigía tiempo, mientras que las encuestas le elevaban hasta cerca del 30% en la primavera de 2018. Rajoy podría haber pinchado aquel globo —con un alto riesgo ya para el PP—, pero fue Pedro Sánchez quien trajo el cambio político con una coalición parlamentaria heterogénea de la que Ciudadanos, aplicando la coherencia con su nueva estrategia, decidió excluirse.
Este fue su primer error estratégico porque, tras la moción de censura, ya no competía con el PP por encabezar el Gobierno, sino por ser el principal partido en la oposición. Además, la polarización sobre Cataluña alimentaba una opción aún más radical en el eje nacional y la aparición de Vox también le trastocó esa palanca.
Aún así, Ciudadanos tuvo tres oportunidades para cambiar el plan, posibilitando mayorías alternativas en las elecciones municipales en Madrid o Barcelona, formando Gobierno con Susana Díaz en Andalucía, Comunidad de Madrid o Murcia, o como hemos visto con Sánchez en La Moncloa. Al rechazar las tres, dio todo el protagonismo a Vox y a los independentistas.
Como vimos en el anterior programa, la emergencia de Vox hizo que Ciudadanos dejase de ser el principal beneficiado de la polarización independentista catalana. En los meses posteriores al 1 de octubre de 2017, Ciudadanos logró ascender hasta 10 puntos porcentuales en las encuestas, ya que era percibido por una parte importante del electorado como el partido mejor capacitado para hacer frente al independentismo. Precisamente este incremento en la polarización de la que, en principio, se estaba aprovechando Ciudadanos, provocó que subiera notablemente, un partido que se alimenta todavía más de una polarización creciente y cuyas propuestas son atractivas para los sectores más exacerbados del nacionalismo español.
Resulta paradójico que los mismos acontecimientos en Cataluña que permitieron a Ciudadanos soñar con el Gobierno de España han llevado al partido al borde del precipicio, visibilizando sus dilemas y sus contradicciones.
Además, hay que tener en cuenta el cambio de estrategia de Casado y el Partido Popular en las elecciones de noviembre, virando sus discursos a cooptar a los votantes moderados del centro-derecha (aunque, como vimos en anteriores programas sin abandonar su posición frente al conflicto catalán). Ambas situaciones hicieron un emparedado con Ciudadanos que perdió votos por ambos frentes.
En conclusión, los errores estratégicos de Ciudadanos cuando lo tenía todo a favor son los que han provocado la notable caída del partido de Albert Rivera (tan sólo le supera la debacle de UCD). El veto al PSOE de Pedro Sánchez, la moderación de discurso del Partido Popular, la radicalización de la cuestión catalana y el ascenso de Vox y la ambición desmesurada de Albert Rivera por transformar Ciudadanos en el partido hegemónico del centro-derecha son las explicaciones más plausibles para entender por qué Ciudadanos ha caído en desgracias.
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