domingo, 4 de diciembre de 2011

Vísteme despacio...

Estamos en un período que lo mejor es no leer, no ver, no buscar noticias económicas. El Mundo parece haber perdido el Norte y no sabe a quién dar la Razón, cuando ve que aplicar el ABC de la Intereconomía liberal puede llevar al caos al País, mientras el Público está expectante sobre cuáles van a ser las primeras decisiones.

Día tras días desayunamos con declaraciones de políticos o de economistas alarmantes y pesimistas. Cada vez son más los que se apuntan a este carro. El euro a punto de desaparecer, el sistema financiero mundial a punto de bloquearse... en definitiva, el sistema económico actual al borde del colapso.

Lo que antes para algunos era una crisis mal gestionada, ahora se ha convertido en una crisis internacional sin precedentes. Sin ser economista, veo muchos criterios comunes con la crisis de 1936, una crisis profunda, donde lo que se cuestiona no son sólo los mercados (no se trata de una crisis energética o financiera) sino que ha puesto en cuestión el sistema económico actual.

Parece, por lo que leo y escucho, que el mayor problema de las economías occidentales es la liquidez, no hay dinero suficiente para mantener la falacia que el mismo sistema ha creado y que es de tales proporciones que un solo estado (aunque éste sea Estados Unidos de América) no puede hacerle frente. Nos basamos en un sistema en el que el crecimiento ha ido acompañado siempre de burbujas especulativas, incluida la del propio dinero, basada en el patrón dólar (es decir, un patrón no fijo sino manejado a voluntad por un banco central) o aquí en Europa por el euro (ídem). Como todo sólido que se expande, llegará finalmente a su límite de flexibilidad y romperá, liberando sin control el gas que encierra.

¿Soluciones? Siempre hay. Parece que las viejas recetas no funcionan. También parece que las recetas previstas por los nuevos gurús de la economía o bien no se atreven a ponerlas en práctica, o si se ponen en práctica no tienen los resultados esperados porque se realizan en un ámbito muy local y las relaciones económicas y financieras son ya internacionales.

Abogo pues por una solución lenta pero constante. El problema fundamental para atacar esta crisis internacional está en la pérdida de control de la política sobre la economía. La solución está entonces por buscar una gobernanza mundial. Sí, un gobierno del Mundo que regule, que frene, que controle los desmanes de los especuladores que se mueven a sus anchas por este Planeta. Para llegar a esta gobernanza mundial es necesario concienciar a los gobiernos, a las naciones, a la ciudadanía de que sin haberlo elegido ya forman parte de un elemento común que, además, les marca su manera de vivir.

Vísteme despacio... Hagamos entonces más Europa, una Europa capaz de regular y sancionar, una Europa Unida, sin medias tintas, cediéndole toda la soberanía, una Europa que busque un nuevo gobierno Internacional.

Si no comenzamos a ser conscientes de esto, parchearemos este globo que volverá nuevamente a expandirse para, dentro de unos años (cada vez menos porque cada día tiene más parches) vuelva a reventar.

"Arriba los pobres del Mundo. En pie los esclavos sin pan. Alcémonos todos al grito: ¡Viva la Internacional!
Removamos todas las trabas que oprimen al proletario. Cambiemos al Mundo de base hundiendo al imperio burgués.
El hombre del hombre es hermano, derechos iguales tendrá. La Tierra será el Paraíso, patria de la Humanidad.
Agrupémonos todos en la lucha final y se alzan los pueblos con valor por la Internacional"