Artículo 99
1. Después de cada renovación del Congreso de los
Diputados, y en los demás supuestos constitucionales en que así proceda, el
Rey, previa consulta con los representantes designados por los Grupos políticos
con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso,
propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno.
2. El candidato propuesto conforme a lo previsto en el
apartado anterior expondrá ante el Congreso de los Diputados el programa
político del Gobierno que pretenda formar y solicitará la confianza de la
Cámara.
3. Si el Congreso de los Diputados, por el voto de la
mayoría absoluta de sus miembros, otorgare su confianza a dicho candidato, el
Rey le nombrará Presidente. De no alcanzarse dicha mayoría, se someterá la misma
propuesta a nueva votación cuarenta y ocho horas después de la anterior, y la
confianza se entenderá otorgada si obtuviere la mayoría simple.
4. Si efectuadas las citadas votaciones no se otorgase
la confianza para la investidura, se tramitarán sucesivas propuestas en la
forma prevista en los apartados anteriores.
5. Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de
la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la
confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas
elecciones con el refrendo del Presidente del Congreso.
Durante una entrevista en TVE el pasado 10 de julio, con motivo de la
sesión de investidura de Pedro Sánchez, el Presidente de Gobierno en funciones propuso
como un pacto de Estado la modificación del artículo 99 de la Constitución española para evitar en el futuro situaciones de bloqueo como las que hemos
sufrido en los últimos años (por dos veces el Partido Socialista y, de no ser
por la abstención técnica del PSOE, una vez el Partido Popular)
En dicha entrevista Pedro Sánchez hizo referencia al sistema de elección de
las alcaldías en los Ayuntamientos. Éste está regulado en la Ley Orgánica
5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General, en su artículo 196. Este sistema de elección tiene dos características a
destacar: (1) La elección de alcalde se produce en un día concreto (marcado por
la propia ley en su artículo 195), el vigésimo día posterior a la celebración
de elecciones; y (2) tan sólo se produce una única votación tras la cual, en
caso de no obtener ningún candidato mayoría absoluta, se proclama alcalde o
alcaldesa al candidato de la lista más votada.
El propio Presidente de Gobierno en funciones recalca
que a su juicio no necesariamente debiera ser ésta "la fórmula para la
gobernabilidad de España". Y no le falta razón, puesto que todo el
andamiaje constitucional está formado bajo una premisa: España es una monarquía
parlamentaria; y ambos términos han de entenderse fundamentales a la hora de
acometer la reforma de cualquier artículo de la Constitución española. Es
decir, el Presidente del Gobierno sólo puede salir de una votación en el
Congreso de los Diputados.
Coincido
con el Presidente en que tras las dos últimas elecciones generales y sus
resultados, deberían los partidos políticos plantearse una reforma del sistema
de elección de la Presidencia del Gobierno porque la razón fundamental de unas
elecciones es precisamente garantizar la gobernabilidad del Estado.
No voy a
entrar a analizar en profundidad casos de otros estados en los que su situación
política provocó cambios en el sistema de elección de sus representantes
(quizás uno de los más recientes, Italia,
serviría de ejemplo). Pero nuestros representantes deben tener claro que
permanecer largo tiempo en un período de indefinición acarrea consecuencias
nada favorables para el país, ni tampoco es bueno repetir elecciones de manera
constante (sería la tercera vez en pocos años).
Este
problema actual lo podemos abordar desde dos perspectivas: (1) modificar el
sistema de elección de nuestros representantes; y (2) modificar el sistema de
elección de la Presidencia del Gobierno.
La
primera perspectiva ha sido ya sugerida por varios partidos políticos (UPyD,
Podemos o Ciudadanos, por ejemplo) y son varias la soluciones que se han
planteado como factibles. Quizás la que más se ha repetido es la de incrementar
en 50 diputados el actual Congreso (la Constitución española permite un máximo
de 400 diputados y actualmente se eligen 350 - este número no fue al azar, 400
diputados es el aforo máximo del salón de plenos del Congreso -). A partir de aquí
las propuestas difieren: mientras unos sugieren incrementarlos pero seguir
manteniendo un sistema de reparto proporcional, otros sugieren que se le dé un
bonus de 50 diputados al partido político más votado.
La
segunda perspectiva es la primera vez que un partido político parece plantearlo
en serio. Esta segunda perspectiva, en mi opinión, sería más factible de
abordar.
Lo que ha
de buscarse es una solución que no atente contra el sistema político español
actual (monarquía parlamentaria) No soy partidario de trasladar experiencias de
otros países (como el sistema semipresidencialista francés o el
presidencialismo norteamericano), nuestra idiosincrasia nacional está basada en
el parlamentarismo. Tampoco soy partidario de modificar al alza el número de
diputados (ni creo que esa medida sea popular), aunque sí se podría explorar la
modificación de las circunscripciones (cuyo tamaño es el verdadero culpable de
que no se traslade la proporcionalidad real al hemiciclo); como ejemplo, se
podría explorar que la circunscripción fuera la comunidad autónoma tal y como
ya propuso en su día Podemos
(17 circunscripciones, más Ceuta y Melilla).
Tampoco
sería partidario de trasladar de manera análoga el sistema de elección de las
alcaldías. Creo que chocaría frontalmente con nuestro sistema parlamentario
puesto que no en una de las dos circunstancias no saldría elegido el Presidente
por el parlamento. El Gobierno necesariamente ha de salir elegido con el número
máximo de apoyos del Congreso de los Diputados. Habría, pues, que buscar otra
manera diferente de elegir al presidente, siempre teniendo en cuenta la
voluntad mayoritaria del Congreso de los Diputados.
Cómo no, con
este post quiero hacer una propuesta que creo que podría encajar en nuestro
actual sistema parlamentario y que evitaría situaciones de bloqueo al tiempo
que facilitaría negociaciones para alcanzar una cierta estabilidad durante la
legislatura.
¿Por qué
ha de presentarse un sólo candidato o candidata a la investidura? Si el sistema
falla es porque no habiendo alternativas es más sencillo abstenerse o votar en
contra. De existir alternativas, esta situación cambiaría. Esto es lo que
ocurre en la elección de las alcaldías. No hay una sola candidatura y esta circunstancia
obliga necesariamente a buscar apoyos en otras fuerzas políticas, salvo que
hayas conseguido una mayoría suficiente para gobernar en solitario.
Hagamos
política ficción. Imaginemos que se hubieran presentado a la investidura al
menos dos candidatos: Pedro Sánchez y Pablo Casado. Pedro tendría al menos 124
votos garantizados y Pablo, muy probablemente, se hubiera presentado con al
menos 149 votos ¿No creen ustedes que las negociaciones se hubieran producido
de otra manera?
Es
evidente que, a diferencia de lo que ocurre en los municipios, en el Congreso
de los Diputados no se debería producir una única votación porque, como he
dicho, el Presidente ha de ser elegido por el Congreso de los Diputados y no,
como ocurre en los municipios, por ser la lista más votada.
Pues
bien, la propuesta que lanzo es un híbrido del sistema municipal, que podría
resumirse en las siguientes premisas:
1.
La investidura ha de tener una fecha fija, tomando
como referencia el día de las elecciones.
2.
En una primera votación, los cabezas de los grupos
parlamentarios podrán ser candidatos. Si alguien obtuviera mayoría absoluta
sería proclamado Presidente del Gobierno. En caso contrario, los dos más
votados pasarían a una segunda votación, que debería producirse en un plazo
nunca inferior a una semana.
3.
En una segunda votación, sería proclamado Presidente
del Gobierno el candidato o candidata que obtuviera más votos.
Tan sólo
es mi opinión personal. Quizás una ocurrencia. Pero el problema existe y creo
que deberíamos acometerlo. Ahí Pedro Sánchez tiene toda la razón.
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