El Ayuntamiento de Leganés lleva años arrastrando un grave
problema. Durante ocho años, producto de las restricciones que el Gobierno de
la Nación impuso, los ayuntamientos han ido poco a poco perdiendo empleados
debido a la limitación en el número de plazas a cubrir mediante oferta pública
de empleo durante el año. Esto ha provocado que la media de edad de la
plantilla cada vez se acerque más a la edad de jubilación. La plantilla
envejece y no vienen los relevos.
La reducción de plantilla ha traído consecuencias, como por
ejemplo el retraso en la tramitación de expedientes, máxime cuando los que se
jubilan son personal técnico cualificado sin que hayan formado a sus “relevos”.
En una administración pública, como el Ayuntamiento de Leganés, la “memoria
histórica” es muy importante porque el trabajo no es sólo lo que se ve en los
expedientes; e igual de importantes son las relaciones horizontales o
informales entre las distintas delegaciones o los liderazgos informales. No
quiero hacer en este artículo una exhaustiva relación, pero se nos están
jubilando o se nos van a jubilar los verdaderos artífices de nuestro modelo de ciudad
en Hacienda, Educación, Servicios Sociales, Mantenimiento, Medio Ambiente, etc.
El diagnóstico actual de la situación no puede ser peor, y
es en este mandato donde se debe hacer algo de manera urgente para que la
organización no colapse. Hasta ahora, con la legislación como límite, sólo se
podían vadear determinadas situaciones parcheando; pero el balón ya no admite
más remiendos, una patada más y revienta. Es, por tanto, necesario una
planificación a medio/largo plazo pero con actuaciones inmediatas a muy corto
plazo.
Antes de acometer tan ingente tarea, la primera reflexión
que debería hacer el nuevo Equipo de Gobierno es cuál debe ser el futuro modelo
de nuestra Administración local. Si preguntan mi criterio, para hacer más
eficiente la administración pública del siglo XXI es necesario invertir la
pirámide. Dejando al margen la prestación de servicios (cada vez más
externalizados, por cierto) necesitamos más técnicos y personal cualificado y
menos auxiliares o personal sin cualificación.
Repito que se trata ya de un problema urgente. Es cierto que
los gestores públicos siempre priorizamos el “zapato que nos aprieta”: las
políticas finalistas (educación, servicios sociales, mantenimiento, vía
pública, mayores…) y abandonamos a su suerte la administración central
(recursos humanos, hacienda, contratación, régimen interior, informática…) Si
la administración central no funciona como una máquina engrasada será imposible
llevar a cabo políticas finalistas y el Ayuntamiento dejará de prestar de manera
eficiente sus servicios.
(Publicado en Leganews, núm. 52)
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